HISTORIAS DE ESTA LETRINA

Historias de ésta letrina

lunes, 29 de octubre de 2012

LA MALETA DE DIEGO

Ese día me levanté temprano y salí para clase de 7 am. Tener una clase los sábados a las 7 de la mañana es muy difícil cuando uno tiene principios de alcoholismo y cuando el viernes se bebió hasta las 2 am. No esperaba beber ese sábado porque tenía poco dinero y porque estaba aún borracho. Luego de salir de clase a las 11 de la mañana, pensé que una cerveza podía aliviar el agobiante dolor de cabeza que tenía. Primera mala decisión.
 

Empecé tranquilo, sin mucho afán, a un ritmo constante entre sorbo y sorbo, y no muy charlatán. Quería sólo sentirme mejor para irme a mi casa a dormir. La segunda cerveza entró sin mucho agrado a mi boca, me sabía a todo el aguardiente que había tomado la noche anterior y que había vomitado ya entrada la mañana. La acabé y me disponía a irme, ya era medio día y tenía hambre. Por las razones que sean, me quedé tomando más, ya con menos asco al licor y con unos cuantos conocidos de la universidad. Al fin y al cabo no tenía nada mejor que hacer.
 
Pasaron las horas, las botellas de Águila, los litros de Néctar verde, los medios de Mustang, y me di cuenta que eran las 7 de la noche. Quedábamos 4 personas del grupo que se armó a la mitad de la tarde, y decididos a seguir tomando, nos fuimos de la cantina donde estábamos y llegamos a una licorera a ver qué podíamos comprar con el poco dinero que nos quedaba. Luego de meditarlo por unos minutos, compramos un litro de Eduardo III y nos sentamos en unas bancas a beber. Segunda mala decisión.
 
Da la casualidad que nos hicimos en un lugar de Bogotá donde los bonches callejeros son más frecuentes que en otros lugares. Seguimos bebiendo y diciendo estupideces una hora más. A las 8 de la noche se acabó el Eduardo, y en un acto de gallardía, alguien quiso gastar un litro de vino. ¡Que lindo gesto por parte de un desconocido! que apenas hacía unas horas me habían presentado. Yo estaba borracho y más molesto que de costumbre. Cerca a las bancas había una caneca de basura y en ese momento llegó un muchacho de unos 18 años a esculcarla y ver si había algo que le sirviera.

 

Tenía una maleta de esas “terciadas” color beige. La dejó al pie de la caneca, a un metro de mí. En mi borrachera miré la maleta y por esas estupideces que comete el cerebro humano cuando tiene alcohol y otras cosas en la cabeza, la identifiqué. Era la maleta de un amigo mío, de Diego. Me ofusqué mucho y me acerqué al muchacho. Le dije que esa maleta no era de él, sino de un amigo, y que él se la había robado. No me prestó mucha atención; dijo que era de él y que lo dejara sano. Insistí en mi argumento, ya hablando más duro y con la valentía que sólo el trago da.  Tercera mala decisión.

 

Me dije en ese momento que yo no podía dejar que ese muchacho se fuera con la maleta de mi amigo. Me arrodille y cogí la maleta. La abrí y empecé a sacar las cosas que tenía; unas latas de atún, unos panes dentro de una bolsa blanca, y no recuerdo qué más. Cuando él se percató de mi proceder se emputó –naturalmente- por mi osadía y empezó a increparme. Me sentí mucho más indignado y lo mandé a comer mierda. Le gente a mi alrededor (para ese momento ya habían unas 8 personas) me miraban con vergüenza ajena y lástima. El muchacho al ver que yo no soltaba la maleta se mandó la mano hacia la parte de atrás del pantalón, como simulando que iba a sacar un cuchillo. Yo me reí de forma burlona y le dije que él no tenía nada ahí, y que si yo me mandaba la mano atrás también lo podía hacer creer que iba a sacar un cuchillo.

 

Empezamos a gritar más, el aún con la mano atrás y yo con la manija de la maleta cogida con fuerza. Yo sabía que en cualquier momento él podía sacar el supuesto cuchillo ó podía meterme un puño y tumbarme al piso, porque yo estaba muy borracho. Decidí entonces que si el combate iba a ocurrir, yo lo empezaría. Me alisté para mandar el primer golpe, cuando escuché que alguien gritaba mi nombre. Me asusté. ¿Quién podía estar a esa hora y en ese lugar que me conociera, fuera de los que estaban bebiendo conmigo? Miré a un lado y un gran amigo estaba ahí, sobrio, preguntando qué putas pasaba. Le dije que le habían robado la maleta a Diego y que había sido el muchacho ese. Le mostré la maleta a mi amigo, y la miró con asco; estaba sucia como el demonio, tenía manchas de muchas cosas, de muchos colores y olía a mierda. Los panes y el atún aún estaban en el piso.

 

Devolví el maletín, no sin antes llamar a uno de los dos contactos que había en mi celular con el nombre Diego. El que me contesto – que aún no se cual fue- no me entendía lo que le decía y colgó. Avergonzado, cogí  mi maleta y me fui para mi casa.

 

La historia de ése día la empecé a contar el lunes siguiente, porque si no era yo, iba a ser mi amigo que me salvó. Sé que algún día ese muchacho de la caneca va a estar sentado bebiendo en un parque con otros muchachos que esculcan basuras y les va a contar la historia de un imbécil que le iba a robar la maleta.

3 comentarios:

  1. La otra semana paso y lo recojo y lo llevo de Urgencias a Sibaté. "I can be.... I can be..." (al fondo los arroces floreciendo de su boca)

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  2. Vine por un link q ud coloco en el tiempo, q para la salvacion,ahora la mariconada de un borracho estupido en que me puede ayudar a mi...

    Voy a seguir revisando su blog y en cada caso putiando o dejando flores (si aplica)

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    1. 1. Creo que nunca dije que mi blog era la salvación.
      2. Le puede ayudar para no comportarse de la misma estúpida manera en que yo lo hice.

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