Llevo mucho tiempo sin publicar
nada; se me acabaron las ideas, ya no sé de qué escribir. Lo hice de cosas que
pasaban en mi trabajo, lo hice de cosas que me pasaban. Una vez escribí sobre
un sueño que tuve. Escribí de las cosas que me gustan, de Rock al Parque, de
las iglesias cristianas y de los niños pidiendo la paz. Las ultimas
publicaciones fueron en contra de éste país, de lo que no me enorgullece, de
las costumbres extrañas y mal intencionadas de los colombianos.
Todas esas publicaciones me
gustaron en su momento. Me atreví a publicarlas porque las percibía como
buenas; me hacían sentir bien, así como los pocos comentarios de aprobación que
recibí. Recibí un solo comentario ofensivo (muy ofensivo) que me puso más feliz
que los demás. Y me puso así porque entendí que estaba diciendo la verdad y
alguien se sintió lastimado por cosas que no puede cambiar. Pensé en seguir
escribiendo de esas cosas, de las cosas malas del país, de sus modismos sin sentido,
de las costumbres que en otros lugares serían vergonzosas y extrañas, de lo muy
inconforme que vivo acá, con pocas oportunidades, con la usura de los bancos y
los vendedores. Quería escribir cada semana de lo miserable que me siento de no
tener dinero para largarme, de lo difícil que es encontrar, por ejemplo, un
bogotano amable, o un tendero que salude al cliente.
Pensé que podría hacerlo cada
ocho días, pero descubrí que es más difícil escribir acerca de esos asuntos.
Las primeras publicaciones fueron sencillas, porque el odio estaba a flor de
piel, y “cuajaron” rápidamente. Hoy, sintiendo el mismo odio, no puedo encajar
tres palabras seguidas, sin decir lo que ya he dicho en otros escritos. Creo
que dije todo lo que tenía que decir al respecto, a pesar de seguir odiando
muchas cosas de éste país. Tratar de escribir nuevamente en la misma línea, es
redundar en algo que ya he dicho.
Definido que no pienso volver a
escribir acerca del odio que me embriaga día a día, pensé en escribir
nuevamente de eventos de mi vida, aprovechando que se acerca la fiesta de
disfraces de la empresa, y que, pase lo que pase, éste año no pienso
participar.
Pero me di cuenta que llevo unos
meses trabajando como un autómata, sin la dedicación y el juicio con los que
hacía mis labores diarias. Por el contrario, la desidia y el desdén por estar
acá desde donde escribo, me han caracterizado, y no tolero despertar en la
mañana sabiendo que tendré que pasar las siguientes 10 horas en el mismo lugar.
Llego a la oficina y me siento miserable por realizar una labor tan repetitiva
por tanto tiempo, con compañeros de trabajo, que en su mayoría, parecen sacados
de cuadra picha, y no de una universidad. Pero no me puedo quejar mucho; tal
vez yo sea peor que ellos y no me he dado cuenta, no he aceptado mi condición y
puede ser que esté en mi nicho perfecto, el lugar indicado para mí.
Espero no sea así, sigo
convencido que no tengo nada que hacer acá. De a poco, este lugar de trabajo ha
ido absorbiendo mi poca inteligencia, y con los meses me he transformado en un
ser humano más lento, más gordo, más robótico, más sumiso, más callado y más
obediente. Acepto mi condición, sin tratar de cambiarla, y vivo los días sin
mucho análisis. Declaro todo lo anterior en uno de los pocos momentos de
conciencia y lucidez que me quedan al día. Regularmente ocurren cerca a la hora
de irme a casa.
Quisiera un día tener la valentía
de redactar una carta de renuncia en la que exprese el odio y resentimiento que
me invaden, y salir de éste lugar sin mirar atrás, sin extrañar nada. Sé que no
voy a extrañar nada, pero no me atrevo a irme, por lo menos no por ahora. Mucha
gente asegura que nunca se van a ganar la vida en algo que no sea de su agrado.
Los envidio, pero sé que es difícil hacerlo, es difícil ganarse la vida
haciendo música cuando uno estudió ingeniería, y es difícil ganarse la vida
escribiendo cuando uno estudió secretariado bilingüe. No digo que es imposible,
pero no es fácil.
No me queda más que esperar
pacientemente todos los días a que sean las 5:30 pm para volver a tener control
de mi cerebro y marcharme a casa, a pensar en lo desperdiciado que fue el día,
y en las labores con las cuales me gustaría ganarme la vida. Hoy soy
privilegiado porque pude volver a escribir algo, después de mucho tiempo, después
de mucho intentarlo. Tal vez mañana ya no sea capaz ni de decidir por mí, así
que tengo que aprovechar lo que más pueda estos descansos mentales.
Espero que mi cerebro no se
vuelva a marchar de mi cuerpo, o que no suceda tan frecuentemente. Odio mi
trabajo, y día a día, me odio más a mí.
dia a dia yo lo odio mas tambien!!!!
ResponderEliminarmaldito, este post era mio, es el peor plagio que me han hecho, se aprovechó porque yo no lo escribi primero, el mio iba a ser peor, pues ando en transmifuck
Mmm........ me rehúso a pensar que usted es de aquellos que cree que irse de Colombia le resolverá todos sus males....es eso lo que insinúa cuando dice que no tiene dinero para largarse?
ResponderEliminarNo, no resuelve todos mis males, porque son muchos. Solo solucionaría vivir en una sociedad llena de injusticias y violaciones a los derechos humanos. Saludos
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