No sé qué escribir. Empiezo éstas
líneas por sugerencia de un gran amigo, pero sin hallarles mucho sentido. No
tengo mucho que contar, aun así empiezo para ver a dónde va todo esto. Podría
hablar de la destitución de Petro, de las próximas elecciones, de todo lo que ha
acontecido en el país en los últimos 3 meses pero la verdad no me generan nada
nuevo a lo que venía sintiendo hace mucho tiempo. Solo tengo que decir una cosa
al respecto: se sabía que iba a pasar todo eso.
Mi vida, cambiando un poco de
tema, no ha tenido mucho de interesante en los meses de ausencia escribiendo en
éste blog, que muchos creen, es un diario de quinceañera. He sido medianamente
feliz en un ambiente distinto, lejos de las cosas que día a día me agobiaban.
He aprendido cosas importantes, en el campo del conocimiento, de la vida en
soledad y de la amistad. Ésta última es un factor que cambia con los días y
que unas personas con gran esfuerzo se ganan, y otros por el contrario,
pierden en un instante. Uno se acuesta con un número de amigos y se levanta con
un número distinto, cosa que no debería ser extraño pero que no todos asimilan
de la misma forma.
Y así, como las cosas en la vida
cumplen su ciclo, los amigos se mueven en esa sutil línea de funcionalidad y obsolescencia. Todos esos cambios hacen que el corazón se endurezca, que el sentimiento se
limite y que la efusividad se apague. Se pierden las ganas de darlo todo, de
apostarle a la gente, de creer sin esperar nada. Porque finalmente siempre se
esperan dos cosas; lealtad y respeto. Hoy la rabia, la decepción y la frustración
me inunda, viaja a través de mí como el licor que día a día ingiero en
cantidades navegables. Han nacido en estos tiempos amistades fuertes que
pareciera, serán para siempre. Se han fortalecido unas que sin que nadie lo
esperara, se han hecho de hierro, casi tan fuertes como las más antiguas. Y
también para el equilibrio del universo han agonizado unas, de a poco, que día
a día no tienen más remedio de morir en el olvido. Y eso finalmente es la vida;
terminar de descubrir sentimientos e intenciones. Así como muchas cosas tienen
una razón y una explicación coherente, otras surgen de la nada en un parpadeo.
Solo me resta decir al respecto
que ninguno de ustedes, ni yo somos buenas personas o malas personas. Solo somos
gente, masa, multitud, ganado, que cambia su rumbo de acuerdo a las
circunstancias. Y es lo bueno de la vida, encontrar personas nuevas con cosas
tremendas para ofrecer, y por el contrario, ver la realidad de otras de las que
se esperaba más.
Concluyo ésta publicación con la
certeza que es un típico escrito de un diario de quinceañera. Extraño los días
en los que podía escribir con vulgaridades, denigrando todo lo que me rodeaba.
Hoy me rodean cosas peores que limitan con la mendicidad y la humillación, pero
curiosamente no me hacen escribir. Volverán los días de rabia, de escritos
llenos de odio hacia la raza humana, hacia colombia y hacia todo lo asqueroso
que se reúne en ese país de décima categoría. Por hoy, les pido disculpas por
abandonar mi estilo, yo también me estoy convenciendo que tengo un diario con
cerradura bajo mi almohada, y no un blog.
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