HISTORIAS DE ESTA LETRINA

Historias de ésta letrina

jueves, 22 de diciembre de 2011

JEFES AMISTOSOS

El síndrome de adulto amigable y buen tipo con los más jóvenes se está propagando rápidamente dentro de casi todos los sectores de la sociedad. Creí en un principio que se limitaba tan solo al tío más joven de la familia, que se caracterizaba por portar con orgullo el peinado de Rafael Orozco y un cepillo en el bolsillo trasero del jean. Qué errado estaba!. Luego de unos años descubrí que también existían docentes que trataban a sus alumnos con el mismo rasero que a sus amigos; saludos de manos con el puño cerrado, invitaciones a bajar pola, preferencias académicas, financiación de cigarrillos al final del día, chicos de billar, préstamos monetarios, ocasionales partidos de fútbol y demás demostraciones de que, aunque se tengan 40 años, se puede ser amigo de un pequeñuelo de apenas 15.















Me parecía, y me sigue pareciendo de mal gusto que un adulto de ésta edad pretenda ser amigo de un mozalbete, no solo porque es profundamente sospechoso en términos sexuales, sino porque sencillamente no me imagino a mí teniendo 40 años, fumando y hablando mierda con un niño de 15, no encuentro un tema de conversación. Se vería como si le quisiera hacer la vuelta, o bien, que soy un guevon.

Pero tiempo después descubrí a la peor persona que pueda existir con las ínfulas de joven eterno que quiere caer bien, así sus canas, sus arrugas y sus brackets griten que se acerca peligrosamente a los 50 años, y son los jefes amistosos. Básicamente, si alguien tiene más de 20 años, debería estar impedido constitucionalmente para portar brackets en la boca. Malditos cuarentones con sus hocicos brillantes al sol, hendiduras dentales atiborradas de residuos cárnicos, y cauchos multicolores entre los fierros. Peor es la situación si su jefe trata de ser su amigo y tiene brackets.

El primer síntoma para reconocer que su jefe quiere entablar una fuerte amistad con usted, es cuando ocasionalmente, algún lunes del mes, usted entra a orinar tranquilamente en la mañana, su oficina aún no huele a sudor ni a mierda. Se dispone entonces a lavarse las manos y entra su jefe al baño. Usted es respetuoso y le levanta las cejas en señal de “qué dice hermano”, pero para él no es suficiente, su saludo con desdén es un motivador enorme para entablar conversación. El man se para a orinar y mientras usted se seca las manos, él voltea un poco la cabeza y le pregunta (siempre poniéndole un “cho” al final de su nombre, o en diminutivo, o alguna tergiversación estúpida): “entonces que GermanCHO, cómo va todo...¿mucha rumba el fin de semana?”. Y antes que usted pueda contestarle que vive tan endeudado que no tuvo para almorzar el domingo, su jefe añade: “hermanito, yo si me bebí hasta el agua del florero, salí con unas hembritas a la 51, la cagada que  no tenia su número pa’ llamarlo viejo “Yerman”, la próxima vamos”. Todo es tan rápido, tan estúpido y tan desafiante que usted no sabe qué decirle, solo atina a balbucear: “eso, me avisa cualquier cosa”, y sale del baño.

Es increíble cómo un tipo cuarentón con brackets pueda decir tantas insolencias en tan poco tiempo. Él, a quién usted maldice cada mañana, a quien quisiera pegarle un puño en la nuca cuando esta tomando café, se está acercando peligrosamente, lo esta contactando de otra forma que no es laboral; quiere ser su amigo. Aquí pueden derivarse dos problemas, el primero es que usted ceda y se vuelva amigo de su jefe, lo que podría ocasionar que él lo convenza de mandarse a poner brackets, salir a la 51 con las secretarias y en general ser un perdedor como él. El otro inconveniente es que usted lo siga tratando con desprecio y que nunca le pare bolas con las invitaciones. Si esto ocurre, su contrato laboral penderá de un hilo, y su despido se ocasionará con el menor descuido suyo. Gran dilema, no?.

Yo tengo un jefe sin brackets, pero que sí pregunta qué hice el fin de semana, a veces me pregunta qué almorcé, o si me enteré de alguna noticia reciente. Me da alegría que no sea mi jefe directo, por lo que no todo el tiempo lo tengo cerca. El día que me proponga algún plan con hembritas no sabré qué hacer, porque vivo colgado de las guevas por las deudas, pero lo aborrezco tanto que no toleraría tomarme una cerveza cerca de él.

Descubrí que los profesores amistosos son mucho menos peligrosos que los jefes amistosos, porque el profesor no tiene el poder de joderlo a uno si se le dice que no quiere fumar con el, o que no le interesa contarle cosas de su vida. Los jefes deberían ser despectivos con sus subalternos y nunca salir de sus oficinas a menos que tengan que levantar a alguien (a putazos). Si usted es jefe y lee esto, por favor no intime con sus empleados, ellos lo odian y no quieren tener nada que ver en su vida; si entra al baño a orinar y le levantan las cejas en forma  respetuosa, confórmese con eso y mee pensado que a ese man que se esta secando las manos no le importa si usted fornicó con la secretaria de cartera, o se quedó en su apartamento el sábado viendo sábados felicitos y luego películas de Steven Seagal.

Por último, si usted es empleado y lee esto, nunca le acepte invitaciones a su jefe, así sepa que su continuidad laboral depende de ello; conserve su dignidad y no salga a la calle acompañado de un tipo con 41 años y brackets radiantes. Recuerde que su jefe es un hijo de puta, así le gaste o no cerveza.

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