HISTORIAS DE ESTA LETRINA

Historias de ésta letrina

viernes, 31 de mayo de 2013

CONTROL DE LA RABIA


Escribir con ira es casi tan fácil como escribir borracho. Todo fluye porque mucha mierda va pasando de un lado a otro de la cabeza, formando nuevas ideas, trayendo recuerdos del pasado, formando nueva mierda. La ira es un estado del que hay que disfrutar, porque pueden ocurrir cosas brillantes en el cerebro. Lo único malo es que en la mayoría de casos uno termina arrepintiéndose de lo que escribe.
 
 

La gente me ha empezado a detestar porque vivo constantemente con ira en mi cabeza. Quisiera estar borracho todo el tiempo, para que no me importe, pero ocasionalmente me afecta. Con el tiempo, aprendí a disfrutar más estar en el trabajo que odio, que en mi casa, porque allá soy un desconocido, como si estuviera de paso. En el trabajo por lo menos cuatro personas me tratan con respeto, y eso ya es mucho. Además me dan un sueldo respetable por hacer algo que con un entrenamiento básico, cualquier orangután podría hacer. Las otras 130 personas que trabajan conmigo me aborrecen, y yo a ellos, pero no me importan, me odian porque no me les arrodillo ni me le boto de culo a nadie.

Uno siempre comete estupideces estando borracho. También iracundo. Normalmente se perdonan primero las de los borrachos. Y es mejor así, porque con ira siempre se gestan los peores planes, se actúa con sevicia, con total conciencia. Yo normalmente no hago nada con ira, lanzo un hijueputazo al aire y me hundo en mi rabia. Prefiero no hablar, porque siempre se empeoran las cosas, siempre en mi cabeza reviven recuerdos que pueden avivar las llamar del odio. Me guardo mis palabras y escucho, miro como un culo, fumo y me voy.

Cuando la rabia se va, tiene uno tiempo para meditar en los sucesos, en las palabras usadas, en los errores cometidos. Dicen que es de varones reconocer los errores, aceptar las culpas y seguir adelante. Yo digo que es de varones no cometer estupideces y pensar cada paso que uno da, para no tener que bajar la cabeza y poner cara de perro hambriento. Por supuesto que yo no soy así y regularmente exploto sin medir consecuencias, teniendo que bajar la cabeza cada tanto, y poniendo cara de perro hambriento, que con el tiempo se ha vuelto en mi cara de todos los días. La ira lo obliga a uno a llevar los errores a cuestas para toda la vida. El olvido no existe, es una palabra que se inventó la raza humana por auto complacencia. Estoy seguro que todas las personas recuerdan la golpiza más salvaje que alguno de sus padres les propinó. No ocurre así con el perdón; uno no odia a la mamá por haberle reventado las piernas con una correa de cuero.

Cuando uno descubre que la gente lo odia por no hacer un tour puesto por puesto saludando con hipocresía a todas las mujeres y por no mostrar interés en sus problemas maritales, es cuando uno se da cuenta que la sociedad está enferma. La gente lo madrea a uno en la calle si se les dice que no boten basura al piso, o que  no se cuelen en las filas. A mí con el paso del tiempo me empezó a importar menos que la gente se fastidiara con mi presencia. Tengo que reconocer que inicialmente me ponía a pensar si yo era lo bastante molesto para que la gente me mirara como un culo. Después comprendí que a uno siempre lo va a odiar alguien, o por lambón o por indiferente, por ejemplo. Ahora me importa un reverendo culo.

Con la rabia uno tiene dos opciones, o se deja llevar por la ridiculez que significa lanzar palabras hirientes para luego arrepentirse o uno se calma y deja la maricada. Pocas veces he dejado la maricada y aunque sean pocas, sé que se siente bien. Yo odio tener que pedir perdón, porque me duele haberme comportado de alguna manera vergonzosa y luego saber que estaba todo el tiempo siendo un imbécil. Con el alcohol es algo similar, pero uno sabe que algunas cosas que se hacen estando borracho nunca se harían estando sobrio, y eso es un aliciente.

La ira, como la borrachera, son estados para quedarse tranquilo y tratar de cagarla lo menos posible. Pueden ser grandes inspiradores y motivantes de muchas cosas, pero hay que manejarlos con sabiduría. Ya si usted no puede controlar sus palabras, ni su cuerpo, y cree que la solución ante un desacuerdo con alguien es irse a las piñas y tratarlo todo lo mal que pueda, evalúese. Dice mi mamá que una rabia mató a mi abuela, que le rompió una vena del cerebro y en 10 minutos murió. A veces cuando tengo mucha ira pienso en ella, en su pelo todo blanco a los 55 años y en los regalos que me daba. También pienso que mi abuela tal vez murió por alguna estupidez; alguien no levantó el desorden del cuarto, alguien le dejó quemar al arroz, alguien le robó las vueltas del mandado, y la vena se le estalló. Uno no puede permitir que una minucia se convierta en algo importante. Lo que sí es importante es conocer las causas de las cosas, antes de tomar una actitud o una decisión. Algo desconocido no puede ser causante de la ira.

Escribo todo esto con ira, y pienso en mi abuela. Pienso en que si estuviera borracho, llamaría a las cosas por su nombre para después arrepentirme. No quiero morir con una vena de la cabeza rota. A veces la ira me gana y me tiemblan las manos y hablo muy duro. Cuando me calmo, le doy gracias a la viejita, no por morirse, sino por no dejar que yo me muera de rabia.

 

2 comentarios:

  1. Este post es todo reconciliador.... como cuando en Tom y Jerry hacen de amigos los dos animalitos jajajajjaja

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  2. El problema es que la ira hay que liberarla o sino, lo carcome a uno por dentro...lo que le recomiendo es que siga escribiendo con ira hasta que la libere toda. y SI NO cómprese algo para patear hasta que se mame...

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