HISTORIAS DE ESTA LETRINA

Historias de ésta letrina

miércoles, 28 de marzo de 2012

SUEÑO DE SECUESTRO


En ésta semana me soñé que mi jefe directo me secuestraba en una finca ubicada en la salida norte de Bogotá. Por suerte lograba soltar los nudos de mis muñecas y corría como quemado por los cultivos, pasaba por alambre de púas y me enfrentaba sin miedo a un Rottweiler y a un Doberman. Cuando pasaba un caño pequeñito y llegaba a la autopista norte, un celador, que parecía cómplice de mi jefe, no me dejaba avanzar; me agarraba de la camiseta y del brazo. Sin más remedio, cogí un palo del piso y se lo descargue en la cabeza. Salí al trote, porque a los lejos veía a un amigo de la oficina.





Él me miraba despreocupado, en la agitación le conté lo que pude, y para mi sorpresa,  me daba mil pesos para el bus y cogía un colectivo que no me servía. Llegaba al rato un alimentador de Transmilenio y me montaba, esperando no encontrarme a ningún conocido de mi jefe, y por fin, salir de tanto mierdero. Estaba angustiado, ya que mi jefe me había advertido que si me lograba escapar iba a seguirme hasta matarme y enterrar mis despojos en el patio de aquella casa, y era una amenaza veraz, ya que una de las razones de mi secuestro fue el descubrimiento de varios cuerpos mal enterrados, con los brazos fuera de la tierra.

Me sentía observado, como si todos fueran amigos de mi jefe, pero aún así llegué al portal del norte, que, como en la mayoría de los sueños, parecía otro lugar menos ese. En todo caso, me salte una reja y estaba en la Autopista Norte, una vez más. Ya más lejos de la finca, y con los mil pesos, compré una bolsa de agua y un cigarrillo. De repente, sentí una mano en la espalda, y cuando giré la cabeza, vi al celador, con la jeta llena de sangre, una astilla clavada en la cabeza, y con el fierro de dotación en la mano. Lo único que pude hacer fue botarle la bolsa de agua en la cara y emprender la huida a toda velocidad por la ciclo ruta. Al rato todo se volvió confuso y ya no me acuerdo qué pasaba.

Me desperté un poco acelerado a las 2:15 am. Prendí un cigarrillo, me serví un vaso de agua y me sentí exactamente igual que frente a aquel maldito celador delator.

Mi jefe esta de vacaciones, por lo que no pude contarle el sueño. Probablemente me hubiera dicho que yo soy muy guevón y que qué me fumé.

Ojala no me secuestren nunca, ni me toque enfrentarme a esas razas de perros, ni haya un celador sapo, ni que un amigo se porte como un hijueputa si me pasa todo eso.

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